“Hemos limitado nuestra capacidad al mundo de las carreteras. Tenemos que volver a un conocimiento global”
Entrevistamos a Jose Tesán, Decano del Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos del País Vasco
Usted se puso al frente del decanato en la primavera del año pasado. ¿Qué balance hace de este, su primer año de trabajo al frente del Colegio?
Aunque llevo ocupando el cargo desde abril del año pasado, yo ya tenía una trayectoria en el Colegio. Había sido durante dos mandatos vicedecano, así que ya conocía la realidad de la profesión.
Sustituyó en el puesto a Carmelo Bengoetxea, que había ocupado cargos de responsabilidad en el Colegio durante 16 años, primero como vicedecano y después como decano. ¿Cuál fue su intención al acceder al cargo, seguir la línea marcada por su antecesor o introducir cambios en la gestión?
Más que de un cambio, yo hablaría de una evolución, que quizá la crisis ha acelerado. Diría que mi mandato va a ser una etapa de transición, de ir rejuveneciendo los órganos de gestión del Colegio. Uno de nuestros objetivos es el de resolver los problemas del colectivo, y estos afectan más a los ingenieros de 30 años que a los de 65. No tiene sentido que, para conocer dichos problemas, recurramos a estadísticas.
Lo lógico es que en los órganos de representación del Colegio incorporemos a esa gente joven que nos cuente, de primera mano, lo que le pasa. Por eso, hemos hecho un esfuerzo por incorporar a jóvenes ingenieros a la nueva junta rectora, y ya estamos viendo que nuestra apuesta está teniendo buenos resultados. Me encantaría que, al final de mi mandato, hubiera candidaturas de gente joven, dispuesta a dirigir al colectivo.
¿En que momento se encuentra la profesión?
Mis sensaciones son que las cosas están yendo sutilmente a mejor. No es que haya parámetros objetivos de que hay una progresión relevante, pero si estamos alcanzando cierta normalidad. Estamos en una senda positiva.
De todos modos, todavía hay gente que sigue pensando que vamos a recuperar la situación previa a la crisis, que el escenario a recuperar es el del año 2005. Y, si bien es verdad que los últimos ocho años, los de la crisis, ha sido una época de distorsión enorme, los diez anteriores lo fueron incluso más. El sector sufrió una eclosión desmedida, vivimos una situación irreal. Por tanto, hay un termino medio que debemos encontrar, y que es probable que ya no tenga que ver nada con lo anterior.
¿A qué se refiere?
Digo esto porque la década de bonanza previa a la crisis nos permitió dotarnos de multitud de infraestructuras, y por tanto, las necesidades actuales en ese sentido no son las de los años 90. Debemos entender que la sociedad ya no va a requerir de los ingenieros de caminos tantas infraestructuras de movilidad (carreteras, autovías, líneas de alta velocidad, etc…). Tenemos que empezar a pensar en otros sectores, como el medio ambiental, con la recuperación de ríos y con la gestión de los residuos. Somos una sociedad que genera muchos residuos, y ahí hay mucho trabajo que desarrollar.
Antes, los ingenieros de caminos soñaban con proyectar largos puentes, o grandes presas. En definitiva, obras singulares. Tras la crisis, ¿hacia donde debe mirar la profesión?
Yo creo que la vocación de un ingeniero de caminos, canales y puertos es la de hacer actuaciones que tengan uso público. Por lo menos, ese ha sido mi caso. Si tu anhelo es construir puentes singulares, tienes que ser consciente que el número de puentes de ese tipo que se construyen en nuestro entorno es escaso. Si quieres hacer grandes infraestructuras de comunicación, lo razonable es que tengas que marcharte a otros países con la misma necesidad de obra civil que existía aquí hace 30 años. Hay que saber adaptarse. Lo que es absurdo es empecinarse en que la sociedad te reconozca, cuando tu no reconoces las necesidades de la sociedad. Lo que tiene que buscar cada ingeniero es aquello que le motivó a estudiar la carrera.
Por otro lado, creo que todavía estamos viviendo los traumas provocados por la exuberancia de la que hablaba antes. Hemos estado tanto tiempo acostumbrados a que la sociedad hiciese un esfuerzo inversor enorme en infraestructuras de movilidad (carreteras, ferrocarriles,…) que nosotros, como ingenieros, hemos limitado nuestras capacidades a este campo. Y eso no es así. En ese sentido, la crisis creo que ha venido bien para que muchos profesionales volviesen hacia atrás, a ser conscientes de su conocimiento global.
Porque no podemos olvidar que nosotros no somos constructores, nosotros integramos construcciones en el medio. Pero no sólo obras de movilidad, como son las carreteras, sino también infraestructuras fluviales y litorales. Hacer un canal, por ejemplo, no es sólo hacer un agujero en la tierra y poner dos muros a los lados, detrás hay un gran conocimiento de dinámica fluvial. Para hacer un puerto hay que saber como funcionan las corrientes. Tenemos que volver a ese conocimiento global.
Con el descenso en el volumen de obra pública construida que hemos vivido en el último lustro, ¿cuál es el nicho de mercado actual de un ingeniero, quizá el mantenimiento de las infraestructuras existentes?
Efectivamente, el ingeniero debe de mirar hacia el mantenimiento de las infraestructuras, pero sin olvidar la explotación de las mismas. Hay muchas cuestiones que no tienen que ver con la construcción pura y dura, y que sin embargo pueden dar trabajo al sector. Además, tenemos que ser conscientes que el proceso de dotación de infraestructuras no ha sido simétrico. Hemos construido muchas carreteras y, en los últimos años, también vías ferroviarias, pero el mundo del litoral, por ejemplo, lo tenemos descuidado. También tenemos trabajo que hacer en las cuencas de los ríos, pero desde la óptica de una ingeniería del siglo XXI. Olvidándonos de encauzamientos duros, buscando naturalizar e integrar esos cauces en la trama urbana.
Si no me equivoco, el año pasado salió de las universidades españolas la primera hornada de ingenieros civiles formada en el nuevo Plan de Bolonia. Después de tanta polémica con los nuevos programas de enseñanza universitaria, ¿Están mejor o peor formados estos nuevos licenciados con el Plan Bolonia que con los planes antiguos?
Creo que es pronto para decirlo. Sacar conclusiones ahora sería prematuro y prepotente. Hay una tendencia natural a juzgar lo que viene por detrás de uno mismo como peor, y es verdad que, con las nuevas titulaciones, hay menos horas lectivas. Pero suponer por eso que los nuevos ingenieros de caminos van a ser menos capaces de hacer bien su trabajo, seria injusto. Hemos tomado una decisión como sociedad a la hora de integrar todos los sistemas educativos a nivel europeo, y el resultado se verá en cinco años. No hay que vivirlo de forma traumática. Además, un profesional no se hace sólo con la preparación. Se forma, por un lado, con los conocimientos académicos, y por otro lado, con el desarrollo profesional.
A mi, lo que mas me preocupaba con este cambio educativo era la homologación de los títulos anteriores al Plan Bolonia. A los ingenieros que, como yo, tenemos la titulación anterior y que habíamos cursado seis años de carrera, ni siquiera elevaban nuestros estudios a la categoría de master, y eso generaba una discriminación.
Precisamente, el pasado mes de abril, el Gobierno aprobó una resolución por la cual se equiparaban los antiguos títulos en Ingeniería de Caminos con la nueva normativa de estudios europea, acabando con esa discriminación de la que habla. ¿Qué efectos prácticos tiene esta decisión para el colectivo?
Supone no tener que estar en una lucha constante para acreditar tu conocimiento. Con la crisis, muchos colegas han salido al extranjero a trabajar, y ahí teníamos un gran problema. Un ingeniero de caminos iba a Perú, quería acreditar su titulación europea, y como sus estudios no estaban equiparados a los del Plan Bolonia, sólo podía ejercer junto con un ingeniero local. Además, Bolonia nos había quitado a los ingenieros formados en el plan de estudios anterior el reconocimiento de grado master, con lo que estábamos aún mas desamparados.